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EL VUELO DEL MOSQUITO

Ya sabéis soy un señor mayor con cosas de señor de mayor. El otro día le comentaba a mi amigo Vicentet, que vino de visita, “sabes que eres mayor porque dejas de ser hipocondriaco, lo que te pasa es de verdad”.

Y es que además de alegrarme un “guebo” y parte del otro por verlo, lo primero y último que comentamos es la cantidad de “pastis” que tomamos y los males que padecemos. Lo conozco desde que éramos pequeños y hablábamos de deportes y mozas. Ahora solo hablamos de enfermedades y doctoras.

Como me decían mis mayores, la edad no pasa en balde, y uno de los males que suelo padecer es el insomnio. Cualquier ruido puede alterar mi sueño, cosa curiosa porque si me pongo una película, serie o documental me quedo dormido viéndola.

Y anoche desgraciadamente me toco cacería e imaginaria. Me acosté a mi hora abriendo la boca con bostezos que podrían descoyuntar cualquier mandíbula. Y unos minutos después, un insensato de moquito comienza a rondar mi calva.

En esta situación, mi instinto es cubrirte la cabeza e intentar olvidarlo, hacer que el cansancio haga su trabajo y me deje anestesiado. Pero no, el insecto sigue su “ron-ron” sobre mí.

Y comienza la caza, desvelo. Vamos a darle una oportunidad al bicho. Pones uno de esos aparatos eléctricos, abres la puerta de la habitación. Y lo invitas a salir y sobrevivir un día más. Me acuesto, apago la luz

“Ron-ron”, se me erizan los pelos del cuerpo, quiere guerra. Entra en acción la agresividad de primate que todos llevamos dentro. Cojo la pala de las moscas y comienzo una expedición palmo a palmo por toda la habitación. Aparte de descubrir polvo en rincones desconocidos por mí, nada de nada. Se ha ido. Me acuesto, ningún ruido.

“Ron-ron”. La madre que pario al mosquito, es astuto como zorro en gallinero ajeno. Y entonces aplico la solución final. Uno es animalista, pero hay situaciones que requieren medios drásticos.

Cierro la habitación, me coloco la máscara y me dedico a gasear con un spray antimosquitos a este Houdini de los insectos. Roció toda la habitación como si no hubiera un mañana. Apago luz. Me acuesto.

Me levanto, casi de inmediato, no hay quien soporte el pestazo que he montado, abro la habitación, salgo fuera al salón, y espero a que pase, me quedo durmiendo en el sillón frente al televisor.

“Ron-ron”, “Jodio” mosquito. Me ha seguido hasta el salón.

Y entonces aplico la única solución que me queda, me doy por vencido. Me remango los brazos, se los expongo al mosquito y le grito.

- ¡Chupa “toa” la que necesites!

- ¡Y que sepas que no te voy a matar porque llevas mi sangre!

Y como soy un señor mayor me quede dormido en el salón frente al televisor viendo el canal Historia. A las seis y media de la mañana me ha sonado el despertador. La radio se conecta, se escucha “El vuelo del moscardón” de Nikolai Rimsky-Korsakov. Rascándome los picotazos del brazo he pensado en una revancha, pero hay que ir al trabajo.

Va por la Señora Maruchi.

Entra el Señor Angel en el comedor, se cruza con la Señora Maruchi, que plancha en mano remata arruga tras arruga de la ropa.

-Maruchi hace frio. Comenta el Señor Angel.

- Si eso dicen, que el café ha “subio”. Le contesta la Señora Maruchi.

-Ya te digo. Le responde el Señor Angel marchando hacia la cocina para preparar la cena de sus cinco fieras.

Angelito´S





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